Richard Cross: Un fotógrafo comprometido

Richard Cross: Un fotógrafo comprometido

Por Guillermo Márquez y José Luis Benavides

Richard Cross nació el 1 de abril de 1950 en la ciudad de Kansas City, Misuri, hijo de Russell Cross, un veterano de la segunda guerra mundial, y de Françoise Cross, una novia de guerra francesa. La madre de Cross, Françoise, le inculcó desde niño, a él y a sus hermanas, el orgullo de su herencia y cultura francesas y les enseñó francés. Desde entonces, Cross aprendió a temprana edad el valor cultural de dominar más de un idioma.

En 1968, Cross comenzó sus estudios universitarios de periodismo en la Universidad de Northwestern, en Evanston, Illinois. En la universidad, fue inspirado por el músico de jazz y profesor de sociología Howard Becker, pionero en la emergente disciplina: sociología visual. Becker, autor del ensayo seminal, titulado: “Fotografía y Sociología,” proponía la combinación de la fotografía documental con los paradigmas y métodos de la sociología. “Fue su inspiración y aliento en la universidad lo que me ayudó a descubrir las posibilidades de la fotografía como método de investigación y herramienta sociológica, así como una forma de arte”, escribió Cross.[1]

También es evidente en su formación universitaria la influencia del legendario fotoperiodista Eugene Smith, quien no solamente modernizó el ensayo fotográfico periodístico, sino que también introdujo una fuerte empatía por los sujetos fotografiados, acompañada por una conciencia social humanista.[2] El emergente nuevo periodismo fotográfico y su interés por capturar movimientos sociales desde adentro también debieron ejercer una influencia importante en el joven Cross. El trabajo de Danny Lyons es uno de los más notables, ya que después de ser aceptado como fotógrafo del Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC por sus siglas en inglés), Lyons pudo capturar con su cámara, desde adentro de la organización, los momentos más importantes del movimiento por los derechos civiles de los 1960 en el sur estadounidense.[3]

Cross también se vio influido por el idealismo y la turbulencia social, política, económica y cultural de los 1960 y 1970. Se involucró en organizaciones socialmente activas como Biafra Fund. Nutrió su creciente compromiso hacia grupos históricamente oprimidos de la sociedad estadounidense, particularmente los afronorteamericanos. En 1972, por ejemplo, el pastor Cleon Poole de la Segunda Iglesia Bautista del sur de Chicago invitó a Cross a fotografiar a su congregación durante los servicios del domingo. Las fotos se publicaron en el legendario periódico afronorteamericano Chicago Defender y sirvieron para revivir los servicios de la iglesia.[4]

Una vez terminada la universidad, Cross contactó a Jim Vance, editor del periódico Daily Globe, en Worthington, Minnesota, y solicitó ser contratado para un puesto de fotógrafo. Jim Vance y su equipo quedaron tan impresionados con la calidad de su portafolio que le dieron empleo de inmediato, notando que él estaba bien capacitado y producía trabajo de alta calidad.[5]

Sin embargo, Cross abandonó el Daily Globe rápidamente hacia finales de 1973 con la clara intención de buscar proyectos de más largo alcance y de mayor relevancia social, una inquietud constante en su carrera. Solicitó una beca de National Endowment for the Arts para continuar el trabajo que comenzó en el sur de Chicago, buscando completar un ensayo fotográfico sobre la expresión espiritual y artística de la experiencia negra en el sur de Chicago. Su propósito: “Documentar y preservar la belleza de esta expresión, la cual se manifiesta no solamente en la experiencia religiosa, sino también en el ‘arte callejero’”.[6] El proyecto no ganó apoyo financiero, pero eso no lo disuadió. Cross siguió trabajando como fotógrafo independiente, ofreciendo sus servicios a diferentes periódicos del medio oeste norteamericano. 

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[1] Cross, Richard. Solicitud de beca a National Endowment for the Arts, 18 de mayo de 1974.

[2] Para una biografía de Smith y su importancia en el fotoperiodismo norteamericano, véase el libro de Jim Hughes: W. Eugene Smith: Shadow & Substance: the Life and Work of an American Photographer, 1989.

[3]  Las fotografías de Danny Lyons fueron publicadas en libros colectivos, pero compiladas después en el libro de Lyons: Memories of the Southern Civil Rights Movement, 2010.

[4] Cross, op. cit.

[5] Entrevista de Lizabeth Jamieson Menzies para su tesis de maestría: “Richard Cross: The Life and Death of a Photojournalist in War and Peace,” 1985, pp. 9-11.

[6] Cross, op. cit

Colombia: El Cuerpo de Paz

Después de una larga conversación con Jim Vance, y a su sugerencia, Cross decidió enlistarse en el Cuerpo de Paz. El 24 de octubre de 1974, comenzó el programa de capacitación y 14 semanas después, el 23 de enero de 1975, tomó el juramento, convirtiéndose en voluntario. Fue asignado a trabajar en Colombia.

Durante su estancia en Colombia, trabajó como consultor de tres agencias colombianas, usando su experiencia y conocimiento de fotografía. Su primer trabajo fue con el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INDERENA), donde documentó los efectos de la erosión en Bucaramanga, en el departamento de Santander. Como INDERENA no podía pagar para que un grupo de expertos visitara Colombia, las más de 500 fotografías en blanco y negro, las cuales demostraban el tamaño del daño por la erosión del entorno y los intentos locales por controlarlo, fueron enviadas a los Países Bajos, en donde expertos holandeses las analizaron y dieron sus recomendaciones al gobierno colombiano.

Cross también fungió como consultor para la Federación de Productores de Café, una agencia semioficial. La organización le solicitó documentar con fotografías los métodos de la producción del cacao para una presentación que ayudara a los agricultores a cultivarlo en regiones fértiles para exportarlo como chocolate. Su tercer proyecto fue con el Instituto de Cultura Colombiano, donde fotografió los vestigios de los sitios prehispánicos en San Agustín y Tierradentro. En medio de todas estas asignaciones oficiales, también pudo aventurarse en la sociedad colombiana, en busca de la vida y la diversidad cultural del país. Para cuando terminó, su nivel de español era bastante bueno. Un habitante de Palenque le dijo en ese tiempo que se notaba que él (Cross) no era de la costa porque podía identificar su acento bogotano. “Eso me hizo sentir muy feliz”, dijo Cross. “No que yo fuera un gringo o extranjero, sino que yo fuera de Bogotá”. [1]

En junio de 1976, solicitó una beca de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), para estudiar el gobierno y la sociedad colombianos lo suficiente para presentar sus observaciones a un público estadounidense. De mayor importancia para él, sin embargo, era usar la beca para matricularse en cursos de historia, economía, sociología y ciencia política, los cuales le darían un conocimiento general y mejor entendimiento de la vida y cultura colombianas.

Tomó cursos en la Universidad de los Andes y en la Pontificia Universidad Javeriana, dos instituciones colombianas de renombre. Mientras fue estudiante allí, cubrió varias asignaciones periodísticas, una sobre la civilización muisca, y otra sobre el Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas, llevado a cabo en Cali. Durante este tiempo, Cross viajó por Colombia, fotografiando paisajes, festivales, actividades callejeras y gente. [2]

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[1] June Needle escribió un comunicado de prensa del Cuerpo de Paz sobre el trabajo de Cross: “Kansas Peace Corps Volunteer Lends Communications Skills to Colombia”. 1 de diciembre de 1976.

[2] Menzies, op. cit., pp.20-24.

Nina de Friedemann y San Basilio de Palenque

En 1975, Cross se involucró en lo que se convertiría en uno de sus trabajos más importantes: el monumental estudio de la comunidad de San Basilio de Palenque iniciado en 1973, patrocinado por el Instituto Colombiano de Antropología y liderado por la antropóloga colombiana Nina S. de Friedemann.

El interés creciente hacia la antropología visual y su aprecio por Colombia alentaron a Cross a trabajar como fotógrafo en la investigación, lo cual hizo sin ninguna garantía profesional o financiera. La investigación buscaba estudiar y documentar el desarrollo histórico, cultural y social de las comunidades afrodescendientes en el litoral atlántico colombiano. Lo que comenzó para Cross con fotografiar diferentes grupos de danzantes en el Carnaval de Barranquilla, incluyendo el grupo de San Basilio Son de Palenque, se transformó rápidamente en el estudio de la comunidad y de sus habitantes, los palenqueros, bajo la dirección de Nina de Friedemann.

Desde la perspectiva de Cross en sus notas manuscritas, la parte visual del estudio buscaba contribuir al conocimiento e interés regional y nacional de San Basilio de Palenque, al (1) mostrar su contribución socioeconómica como una comunidad agrícola y ganadera, (2) mostrar su contribución a la cultura de Colombia al reflejar algunas tradiciones y rasgos culturales de origen africano, y (3) mostrar cómo ciertos factores habían acelerado el cambio social en Palenque.[1]

El proyecto, publicado en Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque, incluía no solo el trabajo antropológico, histórico-social y visual de su directora, sino también el trabajo de antropología visual que haría Richard Cross. Todo ello, con la participación de un equipo comprometido de investigadores colombianos aliados. Ma Ngombe fue pionero en los estudios afrocolombianos y también pionero en América Latina en combinar exitosamente la antropología social con la antropología visual para documentar una comunidad afrodescendiente de gran importancia lingüística, cultural y social para todo el continente.

Con el fin de organizar de manera sistemática su trabajo antropológico, el cual inició en junio de 1975, Cross creó un registro visual de San Basilio de Palenque con base en cinco categorías:

1) La perspectiva aérea de San Basilio de Palenque. Es decir, su geografía, sus paisajes, la vegetación y el terreno, con el fin de poder comparar y contrastar la estructura física, la organización y la comunidad con los de las comunidades ancestrales de África.

2) La arquitectura. Los espacios exteriores, los muros, los techos, los jardines, el espacio entre casas, la perspectiva frontal de las casas. Y los espacios interiores, como las paredes, el uso funcional del espacio, los objetos, el mobiliario.

3) El inventario de actividades por género. En el caso de los hombres: ordeñar el ganado, llevarlo a pastar, la matanza, el cultivo de la yuca, el maíz, el plátano, la construcción, la caza de tortugas, el cuidado de los caballos. En el caso de las mujeres: recoger agua, cuidar de los niños, cocinar, lavar ropa, rayar el coco, mantener la casa, plantar en el jardín, comprar provisiones, vender en el mercado de Cartagena.

4) La organización social. Los rituales; las ceremonias; los eventos especiales como las bodas, las muertes, los nacimientos, los bautismos, las iniciaciones, las corralejas; las actividades recreativas; la estructura familiar; las relaciones madre-hija y padre-hijo. Un día en la vida de una familia. La estructura de la comunidad, con líderes, autoridades, poder de decisión, reuniones comunales. La apariencia física de los palenqueros, incluyendo vestimenta, joyería, talismanes, máscaras, sombreros, cuidado y corte de cabello.

5) El cambio social. Ruta de autobuses a Cartagena, caminos, transportación al mundo exterior, influencia de pueblos colindantes, electricidad, plomería, televisión, radio, periódicos, muy poca tierra para mucha gente, migración al exterior, la nueva reforma de la tierra, explotación por parte de los blancos.

Estas categorías, además de apoyar la organización descriptiva de las imágenes, facilitaron el desarrollo de interrogantes de investigación que aparecen en sus notas conservadas en los archivos del Tom & Ethel Bradley Center. Por ejemplo, Cross se preguntaba: “¿Cuáles son los factores que aceleran el cambio social en Palenque?” Y en sus notas registraba tres factores y su imperativo visual: “El camino que conecta Palenque a la carretera (mostrar uso de este camino por palenqueros y extraños). Electricidad/televisión-radio (mostrar a los palenqueros viendo la televisión y escuchando radio). Instalación de plomería (mostrar a las mujeres preservando la tradición de cargar agua en la cabeza).”

Las más de cinco mil imágenes brindan un registro visual rico y detallado de la vida de los palenqueros y las condiciones materiales de su subsistencia y desarrollo. Cuatro mil de esas imágenes están ya digitalizadas con metadatos básicos y a disposición del público y de investigadores en cualquier parte del mundo. Estas imágenes vienen a complementar las 1,500 fotos capturadas por Friedemann y que están en el Fondo Nina S. de Friedemann de la Biblioteca Luís Ángel Arango.

La primera edición del libro incluyó solo 260 fotografías en blanco y negro, las cuales fueron cuidadosamente seleccionadas para documentar y revelar la esencia del pueblo y de su gente. Estas imágenes nos cuentan de sus vidas cotidianas y de sus respuestas a los desafíos de la modernización y de su adaptación y resistencia hacia las demandas de la sociedad colombiana moderna.

Cross le envió un ejemplar del libro a John Attinasi, en ese momento director de investigación del Centro de Estudios Puertorriqueños en City University of New York. Attinasi sintetizó de esta manera la importancia de traducir y publicar el libro en Estados Unidos en una carta dirigida a la escritora afronorteamericana Toni Morrison, en ese momento, editora de Random House: “Sería maravilloso publicar el libro en inglés porque se identifica con los afronorteamericanos que son hispanos y que tienen un idioma único. El palenquero es el único idioma criollo basado en el español en el Nuevo Mundo. El pueblo tiene también muchas costumbres de origen africano, y no solo han resistido invasiones por siglos, sino que los que se han aventurado a salir han ganado reconocimiento en el boxeo, deporte que todos (incluso las mujeres) practican”.[2]

Sin duda, formar parte de este importante estudio en Colombia sirvió de incentivo para que Cross solicitara admisión al programa de posgrado de la escuela de antropología de la Universidad Temple, en Filadelfia, con el fin de obtener una maestría en antropología visual. En su solicitud, Cross expresaba que quería mejorar su conocimiento de metodología y teoría antropológicas y también obtener experiencia cinematográfica para hacer películas y registros visuales que “pudieran contribuir a la ciencia de la antropología y… al entendimiento de quiénes somos como seres humanos”.[3]

Al terminar su voluntariado en el Cuerpo de Paz el 27 de julio de 1978, Cross decidió quedarse en Colombia como periodista y fotógrafo independiente y para terminar Ma Ngombe. Hizo el trabajo de revelado de las fotografías para el libro en su estudio fotográfico en Bogotá. Sin duda, el trabajo en Colombia fue de gran utilidad para su regreso a la actividad de fotoperiodista en América Central, ya que le proporcionó las herramientas metodológicas de la antropología visual para capturar los últimos meses de la revolución sandinista.

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[1] Estas notas manuscritas de Richard Cross no tienen fecha específica o títulos. Están archivadas en la Colección de Richard Cross en el Tom & Ethel Bradley Center.

[2] Carta de John Attinasi a Toni Morrison sugiriéndole la traducción y publicación de Ma Ngombe. 29 de mayo de 1980.

[3] Cross, Richard. Solicitud a la Escuela de Posgrado de Antropología de Temple University. 20 de diciembre de 1977.

La revolución nicaragüense

En junio de 1979, Richard Cross llegó a una Nicaragua en guerra a escribir y fotografiar como corresponsal independiente de la Prensa Asociada. Se concentró en registrar las últimas semanas del régimen somocista y pasó varios días en León, la segunda ciudad más grande de Nicaragua y el último bastión de Somoza afuera de la capital, Managua. En León, Cross capturó imágenes del impacto de los bombardeos de las fuerzas de Somoza entre la población. Tuvo acceso casi sin restricciones a los sandinistas, sus acciones y sus combates. Sus fotografías y comentarios empezaron a aparecer en varias publicaciones internacionales, como El Nacional en Venezuela, La República en Costa Rica, El Tiempo en Colombia, Miami Herald en Estados Unidos y Gramma en Cuba. Su trabajo en Nicaragua le trajo una nominación para un premio Pulitzer por parte de su editor en la Prensa Asociada.

Asimismo, Cross y el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, en ese momento ministro de cultura, publicarían el libro Nicaragua. La guerra de liberación, un testamento a la lucha sandinista en Nicaragua. Publicado en 1982, el libro (en español y alemán) contiene tres poemas de Cardenal y un prólogo de Carlos Rincón, pero la parte central del libro son 76 fotografías en blanco y negro de Cross. Las imágenes seleccionadas están desprovistas de cualquier escena noticiosa o de figuras públicas o de líderes rebeldes. No hay tampoco una cronología visual de la guerra.

Influido sin duda por el estudio visual de Palenque, en donde las imágenes dejan de ser representaciones de individuos para transformarse en referentes visuales del colectivo, el libro de Nicaragua se centra en la historia y la lucha colectiva. De acuerdo con las detalladas notas de Richard Cross a Carlos Rincón para el cuidado de la edición, las personas que aparecen en las fotografías “no son importantes por su identidad psicológica (idiosincrática), sino por su identidad social (de grupo)”. Los retratos de personas “no son tanto de individuos, sino de arquetipos del pueblo nicaragüense”. Su visión estética estaba interesada en mostrar relaciones de oposición, contrastes, en las imágenes: la vida y la muerte, la juventud y la vejez, lo femenino y lo masculino, la cultura y la naturaleza, lo tradicional y lo moderno, el cielo y la tierra, la luz y la oscuridad. Por ello, el libro no tiene pies de foto ni texto que las explique. Cross quería publicar imágenes que expresaran su visión artística, social y política de la guerra de liberación del pueblo nicaragüense.

No es casual que el libro terminara con una secuencia de seis imágenes de un soldado sandinista en León pintando un grafiti en un muro y una foto panorámica final a dos páginas del soldado sandinista posando con un rifle y una lata de pintura en sus manos. El grafiti es un poema de Rigoberto López Pérez que hace referencia al primer Somoza, a quien el mismo poeta asesinó en esa ciudad en 1956. [1]

A Cross le importaban mucho los nicaragüenses y es claro que su lucha lo afectó profundamente, pues mencionó en una carta: “sin darme cuenta, me he comprometido con la gente que sufre aquí. Mi cobertura de la revolución nicaragüense fue el parteaguas, lo que me dio dirección y propósito”.[2]

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[1] Carta de Richard Cross a Carlos Rincón, 15 de octubre de 1980. El grafiti-poema decía: “Las flores de mis días estarán marchitas mientras la sangre del tirano corra sobre sus venas”.

[2] Menzies, op. cit., p. 70.

La antropología visual y los masái parakuyo

Richard Cross regresó a Estados Unidos en agosto de 1979, poco después del fin de la revolución sandinista en Nicaragua, para iniciar el posgrado en antropología visual de Temple University. Lo que comenzó en San Basilio de Palenque con su trabajo con Nina S. de Friedemann en 1975 continuó en Filadelfia cuando por fin tuvo la oportunidad de empezar sus estudios.

Durante el verano de 1980, tan solo un año después de haber comenzado sus estudios de postgrado, Cross participó en un estudio antropológico de campo sobre los masái parakuyo, una comunidad pastoral de Tanzania, en África. El estudio fue parte del proyecto de tesis doctoral de Peter Biella. Bajo la tutela del reconocido antropólogo sudafricano Peter Rigby, Cross trabajó como camarógrafo y fotógrafo en una película etnográfica titulada Maasai Solutions (Soluciones de los masái), la cual se concentró en la interdependencia de los masái parakuyo y los wakwere. Esa interdependencia se ve interpretada dentro del sistema para la resolución de disputas propio de los masái parakuyo, bajo el contexto del sistema social de edades de ellos mismos, las sequías, la carencia de tierra y la baja taza de crecimiento.

Durante su estancia en Tanzania, Richard Cross entró sin problemas dentro del mundo de los masái parakuyo. El profesor Rigby menciona que la manera en la que Cross interactuaba con ellos era increíble considerando que no se podían comunicar verbalmente y también que había una buena relación entre ellos desde el comienzo, caracterizándolo como “una unión”. Rigby va más allá en sus comentarios sobre Cross, alagándolo por la confianza que los masái parakuyo le tenían y el hecho de. que utilizaba la cámara como un “pincel,” nunca despojando a nadie de nada.[1]

Mientras documentaban aspectos de la cultura masái parakuyo, Cross y Biella también experimentaron con diferentes técnicas que hacían que la cámara fotográfica sustituyera y revelara la velada puesta en escena de la cámara cinematográfica. Cuando Cross fotografiaba, prefería utilizar una cámara panorámica Widelux, capaz de tomar fotos de hasta 140 grados, dado que su uso enfatizaba el componente espacial de las relaciones entre los masái parakuyo y también su relación con su entorno. Cross argumentaba que “una proporción más ancha de la imagen resultaría en una contextualización mayor en el estudio del comportamiento y la interacción humanos, y tendería a definir al individuo más en términos de su medio ambiente social y natural; esto en contraste con el aspecto tradicional (en cine, es de 1:1.3) el cual pone mayor énfasis en el individuo que en el grupo, y tiende a alienar al ser humano de su medio ambiente”.[2]

No obstante, sin importar qué métodos utilizaron Cross y Biella al tomar fotografías, era claro que la comunidad llegó a estimarlos y a confiar en ellos, un hecho respaldado por los 400 rollos de fotografías revelados (unas 7,000 imágenes) después del mes que duró la investigación en Tanzania.

Para continuar sus estudios de posgrado en antropología en Temple University, Cross se mudó a la ciudad de Santa Fe, en el estado de Nuevo México, Estados Unidos, durante el otoño de 1980 para completar dos semestres de estudios de posgrado en el Centro de Cinematografía Antropológica (Anthropology Film Center). Una vez allí, el hecho de que Cross se hubiera entregado al estudio de la cinematografía importó poco pues como dijo Caroll Williams, la entonces directora del Centro, lo suyo era la fotografía.

Hacia fines de 1980, Cross decidió regresar al fotoperiodismo a documentar los importantes eventos que estaban ocurriendo en América Central. El 13 de febrero de 1981, Cross obtuvo credenciales para trabajar como fotógrafo independiente en América Central.

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[1] Menzies, op.cit., pp.85-88.

[2] Menzies, op.cit., pp. 89-93. La cita de Cross es de una carta que le envió a la profesora de fotoperiodismo, Karen Becker, después de escuchar la presentación de su ensayo sobre el movimiento de fotografía obrera de la República de Weimar. Archivos de la Colección Richard Cross, Tom & Ethel Bradley Center, California State University, Northridge.

Cross en Centroamérica

Entre marzo y abril de 1981, una serie de fotografías en El Salvador aparecieron en varias revistas del mundo: Newsweek, Paris Match, The Economist.[1] Tal como lo narró su amigo Nick Potter, el oficial de la Guardia Nacional de El Salvador, cuyo nombre era José Neftalí Madariaga, estaba sentado sin su uniforme y le pidió a Cross varias veces que le tomara una fotografía. Cuando Cross por fin accedió, el oficial rápidamente fue a ponerse su uniforme y posó para la fotografía, con los soldados en el fondo casi como estatuas. Él quería un retrato y así es como deseaba ser recordado.[2]

Desafortunadamente, Cross no tuvo tiempo de disfrutar el éxito internacional de sus fotografías puesto que poco después de su regreso a Centroamérica, su madre Françoise Cross murió en marzo de 1981 cuando su automóvil fue golpeado por el auto de un chofer borracho. Cross era muy cercano a su madre y la tragedia de su muerte tan repentina lo afectó seriamente. De hecho, tuvo que posponer sus planes profesionales indefinidamente, diciendo en una carta a Nina de Friedemann que: “la vida ha sido muy difícil para mí de muchas maneras. . . con algo de ayuda, ya me siento mejor ahora pero no lo suficientemente recuperado para seguir sin dificultad”.[3]

En marzo de 1982, Cross regresó a Centroamérica para cubrir las elecciones en Guatemala y en El Salvador. En El Salvador, la situación política y social era bastante complicada y peligrosa. Los asesinatos eran parte de la vida diaria. La prensa no disfrutaba de ningún privilegio especial. Las estaciones de medios de comunicación habían sido balaceadas con ametralladoras y bombardeadas con granadas. Varios periodistas también habían muerto y/o desaparecido, muchos por las fuerzas militares. Cuatro periodistas holandeses habían sido asesinados por fuerzas del ejército.

Cross capturó imágenes para Newsweek de multitudes en mítines de campaña de José Napoleón Duarte y su Partido Demócrata Cristiano. Otras imágenes también empezaron a ser distribuidas por la agencia Black Star. Cross también fotografió a Roberto D’Aubuisson de ARENA en mítines de campaña vistiendo un chaleco blindado. Tomó varias fotografías de miembros del temido Batallón Atlacatl, uno de ellos sosteniendo un periódico con el encabezado: “Voto Derrota a Violencia”. Algunas de sus fotografías en El Salvador también fueron incluidas en el libro colectivo fotográfico El Salvador, publicado al año siguiente y editado por los fotógrafos Harry Mattison, Susan Meiselas y Fae Rubenstein.[4]

Al final de las elecciones en El Salvador y en Guatemala, Richard Cross regresó a Estados Unidos en abril de 1982. Durante ese tiempo, vivió en la ciudad de Leawood, Kansas. Desde ahí, pudo completar una asignación para una revista de mercenarios, y capturó unas mil imágenes de la escuela de supervivencia de Harry Claflin en Liberal, Misuri. Claflin era un veterano de la guerra de Vietnam y fue asesor militar en América Central, entrenando fuerzas militares en El Salvador y los contras en Honduras.[5]

A finales de 1982, Cross se encontraba listo para regresar a Centroamérica. Alquiló un departamento en la Ciudad de México, de donde salió a documentar la situación de los miles de refugiados mayas viviendo en el estado fronterizo de Chiapas, México, como resultado del exterminio de más de 100 mil mayas guatemaltecos.

Visitó ocho campos de refugiados, documentando sus vidas y enfocándose en la geografía del campo y en las condiciones de vida. Estuvo tan satisfecho de sus fotografías de los refugiados mayas que planificaba utilizarlas como la base de su tesis de maestría. Además, varias de sus fotografías fueron incluidas en una exhibición que venía acompañada de un libro titulado Guatemala: A Testimonial. Sin embargo, su tiempo en México fue corto.[6]

Siguió viajando a Centroamérica como fotógrafo independiente. En marzo de 1983, viajó para registrar la visita histórica del papa Juan Pablo II a América Central. En abril de 1983, Cross viajó a Nueva York para visitar a amigos y contactos profesionales. Hacia fines de abril de 1983, regresó a Centroamérica y esta vez por razones profesionales y personales, pues ya se había comprometido con una salvadoreña.

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[1] Newsweek, 16 de marzo de 1981; Paris Match, 27 de marzo de 1981; The Economist, 27 de marzo-2 de abril de 1982.

[2] Menzies, op.cit., pp. 107-109. Cross registró el nombre del official en el marco de una dispositiva .

[3] Ibid., p. 111.

[4] Las fotografías de Cross incluidas en este importante trabajo colectivo (El Salvador: Work of Thirty Photographers) iluminan la destrucción de infraestructura causada por la guerra. Pocos fotógrafos registraban de manera sistemática como Cross la destrucción del medio ambiente. Su trabajo en Colombia ese en este sentido muy importante.

[5] Cavanaugh, Jack. “Soldiers of Fortune Meet to Share Arms, Tactics.” Los Angeles Times, 27 de octubre de 1985. https://www.latimes.com/archives/la-xpm-1985-10-27-mn-12693-story.html Para leer un detallado recuento de la intersección entre las operaciones encubiertas de EEUU en América Central y el contemporáneo movimiento de poder blanco, véase el libro de Kathleen Belew: Bring the War Home: The White Power Movement and Paramilitary America, pp. 77-100.

[6] Menzies, op. cit., pp. 131-137.

Muerte de dos periodistas

Con su retorno a Centroamérica en abril de 1983, Richard Cross continuó trabajando como fotógrafo independiente, pero ya había comenzado una nueva relación profesional con la revista semanaria U.S. News & World Report. Recibió su primera asignación para la revista y la última de su vida: debía cubrir las actividades de los asesores militares estadounidenses en Honduras y las actividades de la contra nicaragüense.

El 21 de junio de 1983, tan sólo días después de haber comenzado su asignación, Cross fue asesinado cuando trabajaba como periodista. Mientras viajaba en un automóvil para cubrir las actividades de la contra nicaragüense, las fuerzas contrainsurgentes de Nicaragua respaldadas financiera y militarmente por Estados Unidos, Cross y su acompañante Dial Togerson, jefe de la oficina de Los Angeles Times en la Ciudad de México, murieron cuando su coche explotó sobre una carretera que corría a lo largo de la frontera entre Honduras y Nicaragua.[1]

Casi inmediatamente, la muerte de los periodistas norteamericanos fue marcada por la controversia, pues los hechos fueron reportados de manera confusa. El 22 de junio de 1983, el día después de su muerte, el gobierno del presidente estadounidense Ronald Reagan, por medio del secretario de estado George P. Schultz, rápidamente aprovechó la oportunidad, responsabilizando a los sandinistas por haber matado a los periodistas con una granada soviética lanzada por un cohete en el lado nicaragüense. La noticia fue prontamente reportada de esta manera mientras que el gobierno sandinista la negaba rotundamente, creando una situación tensa y confusa.[2]

Para fines de junio de 1983, los medios de comunicación reportaron que Richard Cross y Dial Torgerson murieron por una mina anti-tanque. El 29 de junio de 1983 Los Angeles Times reportó que personal del ejército hondureño investigó el sitio y encontró varias minas en la carretera. El análisis de los militares investigadores notó que el daño en el automóvil era consistente con el daño causado por una mina porque el Toyota blanco yacía del lado del conductor en el suelo a 10 pies de un cráter en el camino de tres pies de ancho y dos pies de profundidad. La rueda frontal izquierda del vehículo fue encontrada 100 yardas del automóvil. Los militares hondureños encontraron cerca de donde los periodistas habían muerto dos minas anti-tanque M7-A2 y cinco minas anti-personales M-14, ambas de fabricación estadounidense, vendidas al gobierno nicaragüense durante la dictadura somocista.[3]

Años después, Édgar Chamorro, vocero de la contra durante ese tiempo, expresó serias dudas sobre quién era responsable por el asesinato de Torgerson y Cross. “Hubo circunstancias sospechosas en torno a la mina y varias preguntas siguen sin respuesta: ¿Por qué, con los vehículos comerciales que pasan por la carretera con regularidad, la mina explotó solo cuando pasó el automóvil de los reporteros? ¿Por qué la investigación no especificó si la mina era una mina de contacto (que podría ser detonada por cualquier vehículo) o una mina de control remoto? Por muy preocupados que estuviéramos en el liderazgo [de la contra] por la seguridad de los reporteros, no podíamos controlar las actividades de todos los comandantes en los campamentos, algunos de los cuales tenían ideas locas. Hasta el día de hoy tengo mis dudas sobre cómo murieron exactamente esos reporteros”.[4]

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[1] El corresponsal del Washington Post Christopher Dickey escribió en su libro sobre los contras un relato detallado de los hechos antes y después de la muerte de Torgerson y Cross. El libro documenta también los excesos violentos de algunos miembros de la contra, incluido el comandante Pedro Pablo Ortiz Centeno, alias El Suicida, cuyo grupo operaba en esa zona. Cross fotografío al grupo por algunos días en Nicaragua. Es probable que este u otro grupo de la contra fuera responsable de colocar la mina que mató a los periodistas. Nunca hubo una investigación independiente de los hechos. With the Contras. A Reporter in the Wilds of Nicaragua, pp. 231-237.

[2] La Oficina de Diplomacia Pública para América Latina de Reagan, establecida en junio de 1983, jugó un papel clave en crear confusión, atacar a los periodistas y vender la intervención estadounidense en América Central. El reportero de investigación de AP,  Robert Parry, relata cómo un oficial de esa oficina acusó falsamente a su colega de AP, Brian Berger, de ser un “agente sandinista”. Fooling America: How Washington Insiders Twist the Truth and Manufacture the Conventional Wisdom, p. 211.

[3] Montalbano, William D. “Mine Killed 2 Newsmen, Honduras Says.” Los Angeles Times, 29 de junio de 1983, pp. B8-9.

[4] Édgar Chamorro. Packaging the Contras: A Case of CIA Disinformation. pp. 32-33.

La responsabilidad social de un fotógrafo

En Centroamérica, Cross, al igual que varios fotoperiodistas locales y extranjeros, intentó contar una historia diferente a la oficial que hablaba de un conflicto Este-Oeste, cuando la realidad del conflicto estaba anclada en la historia Norte-Sur de cada nación centroamericana. Cross lo explicó en sus notas acerca de por qué arriesgaba su vida en El Salvador listando cuatro razones que combinan lo social, con lo pragmático, lo personal, lo profesional y lo político.

“1) Preocupación social. Esto vino como resultado de vivir en un país del 3er mundo por 5 años y experimentar de primera mano la difícil situación del pobre y la lucha de clase”.

“2) Práctica. Ya que el fotoperiodismo es un medio con el que estoy comprometido y entrenado, y ya que no soy rico independientemente, debo ganarme la vida con este medio visual”.

“3) Sentimiento de aventura quizás; escaparse del aburrimiento y la alienación que se encuentra en la sociedad estadounidense”.

“4) ¿Qué tiene que ver el salvador con Estados Unidos? Fotografiar la guerra en América Central representa no solo sacar buenas tomas que cuenten la noticia del momento sino también capturar imágenes, que, junto con otras imágenes y texto, cuenten una historia que refleje la situación; una aproximación que es quizá más histórica porque intenta mostrar las relaciones existentes entre el presente y el pasado. Lo que ocurre hoy en El Salvador no deja de estar vinculado a ciertos fenómenos globales, como el declive del neocolonialismo y la emergencia de estados naciones independientes”.[1]

Las fotografías de Cross representan el testamento de un quehacer fotográfico de largo aliento que se desviaba de las normas impuestas por el fotoperiodismo tradicional. En una entrevista en la revista News Photographer, Cross abogaba por un buen fotoperiodismo de profundidad que en vez de buscar la imagen que mostrara los síntomas dramáticos de un problema, se concentrara en las causas de una manera sistemática, buscando patrones que las explicaran. “Esto significa”, dijo, “que una persona esté suficientemente dedicada a pasar un largo tiempo inmerso en una historia. Y los fotógrafos deben tomar la iniciativa de intentar tener más control sobre el uso de sus fotografías, y deben interesarse más en el potencial de combinar imágenes para contar historias y combinar imágenes con texto.”[2]

Tal y como afirma el crítico David Levi Strauss, Cross exploró este potencial en varios proyectos que culminaron ya sea en libros (Colombia y Nicaragua) o en una película antropológica (Tanzania). Según el asesor académico de Cross en la universidad de Temple: “su interés [de Cross] en la antropología visual fue motivado por dos razones. Primera, él expresaba una aguda curiosidad por aprender más acerca de cómo las fotos ‘funcionaban’ como medio de comunicación; no simplemente como un proceso técnico que involucraba óptica, estructura granular, química, o incluso términos estéticos, sino más importante, en contextos cognitivos, sociales, políticos, económicos y culturales… Richard no estaba satisfecho con meramente capturar la imagen ‘correcta’ —una imagen que conformara a las frecuentes decisiones editoriales nunca formuladas expresamente, a veces estéticas, a veces políticas, que eran impuestas por las agencias de fotografía y las redacciones de publicaciones populares—. Era claro que Richard sentía un creciente sentido de responsabilidad por las imágenes que él “tomaba de” la gente y “las entregaba” a un público visual. El contexto político de la imagen publicada se convirtió en un problema de creciente importancia en su práctica fotográfica”.[3]

La publicación de Ma Ngombe es en ese sentido paradigmática de lo que Cross no podía hacer en el periodismo tradicional. En el periodismo, sus imágenes, como lo demuestra Strauss, eran usadas como propaganda porque eran sacadas de su contexto y puestas en un contexto hegemónico en artículos escritos de periódicos y revistas que reproducían el discurso del poder. En cambio, la captura de las imágenes de los habitantes de Palenque en un momento histórico determinado fue un proceso comunicativo de largo aliento que contó, como ocurrió, con la aprobación y participación de la comunidad, tanto en la producción como en la circulación de esas imágenes, de ese libro, al público de Palenque y, por extensión, a Colombia entera. Hoy, los descendientes de esos palenqueros de los 1970 (y también los descendientes de las guerras de América Central) pueden aproximarse nuevamente a esta realidad social y visual compleja, gracias en parte al trabajo de este joven fotógrafo norteamericano, quien creía en una práctica fotografía rigurosa y sistemática como la de las ciencias sociales, humanista como la del mejor fotoperiodismo contemporáneo e inmersa por largos periodos en la comunidad para poder comprender mejor a un grupo, a un colectivo social. Una práctica fotográfica que mirara la realidad desde adentro de ese colectivo social, con él, y no fuera de él.

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[1] Cross, Richard. “Why Risk Life?” Notas manuscritas sin fecha. Archivo de la Colección de Richard Cross. California State University, Northridge.

[2] Strauss. “Photography and Propaganda: Richard Cross and John Hoagland in Central America and in the News,” p. 21.

[3] Strauss, op. cit., p. 21.

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